Pérdidas

Puede que no signifiquen nada. O puede que sí.
Puede que perder el marco de fotos regalo de Navidad y a los pocos días perderle la pista a los pendientes que me regaló mi mama probándome ropa no quiera decir nada más que tengo la cabeza llena de cosas y no presto atención a nada. Igual que en el trabajo. Tengo que estar con mil ojos a todo porque hay un montón de sitios en los que meter la pata y cada vez escojo uno diferente. Por cierto, por eso ya no me vereis por el msn.
Ayer fue el último toque. Y esta vez me lo tomo más como una advertencia por el hecho mismo de que acabó bien. Perdí mis tarjetas de crédito.
Lo último que supe de ellas fue que saqué dinero a las 16.00 y a las 19.00 cuando fui a pagar la compra, ya no estaba.
Volé al instituto pero allí no había nada. La mujer de recepción me ayudó con todo, me dio agua, me dejó llamar a los bancos (todo ok)... Luego a los mossos a denunciar y a ver a Cristina para reponerme del susto y recuperar mi carro. Ella fue la que me hizo plantearme si quizá no tendrían algo que decirme tantas pérdidas.
Luego llegué a casa, encendí la lámpara del escritorio por la del techo la estoy arreglando y... ahí, entre la agenda, el estuche y la calculadora que había sacado del bolso antes de ir a comprar, estaba mi cartera marrón con todas las tarjetas. Ya no me sirven porque están anuladas pero al menos tengo DNI.
Fueron tres horas de nervios, de pasar un mal rato y llegar agotada a casa. Para colmo no pude estudiar nada y hoy tampoco sé si podré porque tengo que hacer la compra que no finalicé ayer. Pero es lo de menos.
Lo importante es que quizá todo esto sea una señal para que me tome las cosas con calma. Para que pare y piense. Para que disfrute y sea consciente de lo que tengo y de las consecuencias que tendría perderlo.
Y no estoy hablando de dinero.
Quizá no sea la única que tenga que pararse a reflexionar un poco, pero desde luego que me alegro de haberme dado cuenta.
Bessssossss a repartir y sed buenos.