domingo, enero 07, 2007

¿De verdad sabemos la suerte que tenemos?

Domingo, 7 de Enero de 2007, abro El País Semanal un poco al azar, para hojearlo mientras desayuno roscón de Reyes y chocolate. Un día es un dñia y total, estas navidades llevo ya como 20 "días" de esos...

Me encuentro con un reportaje titulado "Ayaan Hirsi Alí. Una mujer al frente de la tolerancia". La entrada dice que a los 13 años rompió con su familia y se fue de Somalia a Holanda donde terminó siendo diputada al Parlamento y ahora vive amenazada de muerte, todos sabemos por quién.

Le empiezo a leer un poco por encima y hay una respuesta que me llama mucho la atención. El hecho de que alguien tenga tan claro cosas como estas, que las haya vivido y no sólo sepa o quiera cambiarlas sino que está haciendo algo para conseguirlo.
"¿Cómo se vive amenazada de muerte? Es como enterarse de que se tiene una enfermedad crónica. Puede recrudecerse y matarte, o puede que no. Tal vez suceda en una semana, o tarde años. O no suceda nunca y muera de manera natural. Pero siempre digo a los que me preguntan esto que en Occidente la vida se toma como si estuviera garantizada para siempre. Donde yo nací, y en toda África, la muerte está n cada esquina. Virus, bacterias, guerras, sequías, inundaciones, hambrunas, soldados y torturadores se la pueden arrebatar a cualquiera en cualquier momento. Incluso amenazada y con guardaespaldas, siento el privilegio de estar viva"

¿Cuántos de vosotros podéis asegurar lo mismo? ¿Quienes sentís, no ya a cada momento, sino al menos una vez al día, que estais vivos y que merece la pena? Y no me digais que teneis motivos para ser infelices, por favor. No hablo ya de dinero, eso al fin y al cabo es relativo, pero habladme de cuantos de vosotros os sentís solos cuando teneis un montón de gente a vuestro alderedor que os aprecia. Todos teneis algo que hacer en vuestr día a día, ya sea estudiar o trabajar. Teneis una casa y la libertad suficiente para entrar o salir. Los padres hacen preguntas o no, pero tenemos la libertad que nos dé la real gana. De nuestra motivación depende que hagamos cosas o no, de que tengamos lo que queremos o no.

De verdad, no tenemos ni puñetera idea de la suerte que tuvimos de nacer en este año a este lado del mundo en estas condiciones. Quizá deberíamos valorar más lo que tenemos, y aunque eso no nos haga felices por el mero hecho de no merecernos la infelicidad, quizá nos ayude a relativizar los problemas y darnos cuenta de que, en este lugar del mundo y en nuestras circunstancias, todo absolutamente tiene solución. Todo. Quizá así no nos sintamos tan desgraciados y empecemos a hacer algo para cambiar lo que no nos gusta. De nuestra vida primero, de la de los demás después.

Al seguir leyendo he llegado a una pregunta que me ha helado de arriba abajo.
"Usted ha sufrido la ablación, ¿qué edad tenía? Cinco años. Fue a esa edad cuando mi abuela decidió que me sometiera al rito de la purificación, en contra del deseo de mi padre que no apoyaba esas ideas por considerarlas antiguas y aberrantes. Pero mi padre no estaba. Y en Somalia, al igual que en muchos países de África y Oriente Próximo, se purifica a las niñas mutilándoles los genitales. Con lo que un buen día, mi severa abuela decidió que nuestros kintir, nuestros clítoris, eran muy largos. 'Tu clítoris llegará a ser tan largo que se balanceará de un lado para otro', nos decía a mi hermana y a mí. Nosotras no teníamos ni la menor idea de lo que nos hablaba. Yo no entendía nada. Hasta que un día me tocó vivirlo. Recuerdo que un hombre llegó a casa; casi seguro que era un circuncisor tradicional itinerante del clan de los herreros. Primero, mi abuela encerró a mi hermano y le hicieron algo, no sabía qué, pero había sangre y mi hermano se quejaba, tenía la cara desencajada y la mirada aterrada. Luego me tocó a mí. El hombre tenía unas inmensas tijeras en la mano. Mi abuela y otras mujeres me sujetaban. Aquel hombre puso su mano sobre mi sexo y empezó a pellizcarlo, como mi abuela cuando ordeñaba a las cabras. '¡Ahí está el kintir!', dijo una de las mujeres que ayadaban en el rito. Entonces las tijeras descendieron entre mis piernas y el hombre contó mis labios interiores y el clítoris. Lo oí perfectamente. Clack. Como cuando se corta en la carnicería un pedazo de carne. El dolor que se experimenta no tiene palabras, me subía por las piernas, no dejaba de aullar, me invadió entera, un dolor imposible de explicar. Pero después de que te han mutilado, después de que notas cómo la sangre te corre por las piernas, me cosieron. Aquel señor tenía una enorme aguja sin punta y con ella remató su faena. La aguja pasaba entre mis labios externos. Yo intentaba defenderme, chillaba, protestaba, la abuela no dejaba de repetirme que sólo era una vez en la vida, que a partir de ahora estaría limpia, que tenía que ser valiente. No acababa nunca la pesadilla. Hasta que aquel hombre cortó el hilo entre sus dientes. No recuerdo más de mi propio dolor, pero sí del de mi hermana pequeña; sus chillidos me helaban la sangre. Hawera [quién vivirá una existencia dura y acabará muriendo tras una violación en Nairobi cuando estaba embarazada] luchó tanto, intentó zafarse de tal modo, que al hombre se le escapa de las manos. La cortó los muslos y las cicatrices las llevó de por vida."

No pretendo escandalizar ni amargarle el comienzo de año a nadie, de verdad que no. Simplemente el relato me ha parecido demasiado estremecedor para dejarlo entre las páginas de la revista y quería compartirlo con vosotros.

Esto no es una campaña contra el hambre, la ablación o la situación de los países del tercer mundo (eufemismo inmenso donde los haya). Sólo quería que os dieseis cuenta, o por lo menos que lo penseis durante unos instantes, que si esta mujer consiguió escapar de todo esto y acabó siendo diputada del Parlamento holandés, todos y cada uno de vosotros tenéis, al menos la opción y las oportunidades, para luchar por lo que quereis ser. Y si no lo conseguís, al menos que no sea porque no lo habeis intentado.

Procurad que vuestra felicidad dependa de vosotros mismos y no de que nadie os hable, os llame, os visite, tenga un detalle o se acuerde de brindaros su apoyo. Sois un todo por vovotros mismo y nadie os debe nada aunque vosotros os debais a los demás.

Este año, intentad que vuestro propósto no sea aprender inglés, adelgazar, sacaros el carnet o aprobar esa asignatura de una vez por todas. Sabeis de sobra que esas cosas las podéis conseguir con muy poquito de vuestra parte. Basta que sea de verdad y con una intención será suficiente. Que vuestro mejor deseo sea portaros un poquito mejor, amargaros un poquito menos y sólo por cosas que sean realmente importantes. Un poquito de muchos hacen un mucho.

Bessssossss a repartir y sed buenos/as.